Corría mucho, tenía buen control de balón -como se decía entonces- y luego buen remate.
Siempre he jugado al espacio y como era muy veloz, me buscaban.
Escrivá por la izquierda que era rápido y centraba muy bien y yo remataba lo que podía.
Me acuerdo que mis primeras botas las hizo Ángel Ferreres. Me tomó la medida en un cartón y sobre ese cartón trabajaba.
Unas botas preciosas. Eran de cuero auténtico y yo iba a buscar trocicos de tocino para limpiarlas bien y que no se cuarteara el cuero.
Cada vez que voy a Caspe y paso por la tapia antigua que ha quedado del fútbol me emociono porque, en ese campo, es donde yo jugué. Mis recuerdos están ahí.
Ese año vino el Zaragoza a jugar. Hubo mucha gente en el campo y ganamos tres a dos.
Jugamos un buen partido, había muchísimo barro y yo metí dos goles.
En la vuelta en Torrero, nos metieron diez a cero. Monclús fue el héroe porque podían haber sido cuarenta.
Esa camiseta era la de siempre del Caspe, la avispa, amarilla y negra. Esa equipación nos la dejó el Caspe.